Fundamentos epistemológicos
Por mucho tiempo la enseñanza de la lengua estuvo circunscripta al aprendizaje de la lectura y la escritura considerando como eje central la funcionalidad: las prácticas constantes de copias y lectura del mismo texto para lograr una escritura prolija y una lectura aceptable. Progresivamente se fue tratando de construir un nuevo modelo a partir del estructuralismo. Si bien es un paradigma que tiene sus virtudes, la escuela argentina ha adherido fuertemente a él sólo en algunos aspectos haciendo de la gramática el núcleo central del aprendizaje de la legua. En lo que respecta a nuestra provincia podemos decir que la escuela chaqueña ha logrado alumnos “expertos” en análisis sintácticos pero que a la hora de producir y comprender textos autónomamente no podía hacerlo. Pedagógicamente la enseñanza de la lengua desconocía la oralidad y los ejercicios de escritura aparecían fragmentados: las carpetas de los alumnos se dividían en secciones: gramática o estudio sistemático de la lengua, redacción o estudio sistemático del discurso, lectura y ortografía y normativa. Esto no hacía más que acentuar la enseñanza de la lengua desde compartimentos estancos y, por ende su aprendizaje también se realizaba fragmentariamente: los alumnos no podían “explicarse”, por ejemplo, para qué le servía aprender gramática.
El generativismo realizó algunos aportes valiosos en esta cuestión. Pudo destacar la importancia de la oralidad en la comunicación y, por ende su inclusión como objeto de enseñanza en la escuela. Si bien la escritura ha desplazado la oralidad en el proceso de enseñanza, actualmente se considera que las dos dimensiones son igualmente importantes. Al respecto rescatamos los que se dice en los CBC “Le corresponde a la escuela desarrollar y perfeccionar el lenguaje oral y enseñar y consolidar el lenguaje escrito, como medio de acceso y elaboración de saberes y conocimientos formalizados. A la escuela le corresponde, al mismo tiempo, posibilitar la interacción del alumno y de la alumna con el patrimonio lingüístico, cultural y literario de nuestro idioma y de otras lenguas.” Otros aportes se formalizaron en la consideración de que la lengua es una unidad de aprendizaje y no puede ser fragmentada. Sumándose a estos aportes debemos tener en cuenta, también, los aportes de las teorías cognitivas y psicológicas. Estos no conducen a pensar que, la lengua como patrimonio social y la Lingüística como ciencia social, se hallan inmersas en un complejo campo interdisciplinario en el que la Sociología, la Psicología y la Antropología juegan un papel fundamental. La lengua diluye sus fronteras para conformarse en un área de estudio: el de las Ciencias del Lenguaje en el que los aportes de la teoría de la comunicación, la teoría de la enunciación y la teoría de la argumentación se suman a los otros haciendo de ella un objeto de estudio valioso en su dimensión no sólo, lingüística, sino también en las dimensiones social, personal psicológica y emocional de los sujetos.
Estas consideraciones nos llevan a repensar los conceptos de lectura y escritura: ya no se conciben como una práctica únicamente escolar y como un mandamiento curricular: son aspectos fundamentales en la inserción, permanencia y ascenso social de los alumnos, es decir, no se las puede considerar pedagógicamente sino desde un enfoque alfabetizador. Junto a ello debemos repensar los procesos de enseñanza y aprendizaje: si bien son dos procesos diferentes, ambos tiene un anclaje común. Circunscribiéndonos a nuestro objeto de estudio diremos que la enseñanza y el aprendizaje de la lengua se basan esencialmente en el enfoque comunicativo. Por ello los alumnos que se gradúen como Profesores de lengua deberán saber claramente qué diferencias epistemológicas implica enseñar a leer y escribir o formar lectores y escritores capaces de lograr comunicaciones fluidas, interpretar el mundo que los rodea y construir conocimientos en forma autónoma y permanente.